Etienne de Swardt, el fundador de la marca, tomó como nombre la tierra donde nació en Sudáfrica, un país de paisajes vertiginosos, de una belleza cruda, de colores insólitos y antojadizos, rica en recursos infinitos. Olores inolvidables, sensaciones fuertes, emociones contrastadas. Una naturaleza imprevisible, a veces salvaje. Bella. Libre. Un mosaico de pueblos. De influencias, de culturas. La tierra de su nacimiento, de su infancia. La tierra que le hizo ser quién es, lo que busca, lo que afirma. Lo que le impulsa... Etienne de Swardt trabajó mucho tiempo en lo que se llama perfumería de lujo. Una perfumería que limita la creación a su expresión más simple y produce jugos esterilizados y consensuales. Jugos concebidos para gustar al mayor número partiendo de que a la mayoría le gusta sólo lo fácil y tibio. Cansado por estas imposiciones, crea Etat Libre d'Orange con la idea de revolución en su mente. De devolverle su gracia, su virtuosidad. De dar una perfumería exigente y diferente a todo, sin excepción. 

Viva el perfume libre, liberado. Furiosamente libre. Peligrosamente atractivo. Resplandeciente, excesivo, perfecto, sulfuroso a veces, delicioso siempre. Hacer que guste el perfume, el verdadero, el fuerte, el bueno, el intenso, el venerado y hacerse ciudadano del Etat Libre d'Orange. A la vida Etat Libre d'Orange propone composiciones olfativas sorprendentes, sin límites ni en términos de materias primas, ni en términos de costes. Así es como la marca encuentra un número creciente de aficionados, apasionados que reconocen a Etat Libre d'Orange por su singularidad, su sinceridad y se adhieren a sus opiniones innovadoras, irónicas a veces, subversivas a menudo, elegantes siempre.